Desde Belo Horizonte
Hoy, cuando el director técnico Alejandro Sabella se
concentre con los jugadores, sin la prensa, porque será a puertas cerradas,
seguramente será el principio de un corto lapso por el que la selección
argentina deberá, por fin, parar la pelota, mirarse en el espejo, dejarse de
excusas y buscar variantes para jugar mejor y analizar bien qué es lo que
pretende para octavos de final, cuando van asomando en el horizonte dos viejos
conocidos: Ecuador y Suiza como posibles rivales.
El equipo argentino no está jugando bien. Llama la
atención que algo tan simple sea negado de plano por muchos jugadores (ayer
aparecieron para insistir en lo contrario Ángel Di María y Enzo Pérez, en la
conferencia de prensa) cuando el consenso sobre la mala actuación argentina no
sólo es unánime sino que el propio Sabella dijo luego del partido ante Irán que
se iba “preocupado” y que “hay que trabajar mucho”.
Mucho más que Irán, lo que genera inquietud es que
justo en los días del Mundial, los más importantes cada cuatro años, el momento
clave del ciclo, parece que hay varios jugadores habitualmente titulares que
por distintos motivos no están en su nivel, como Fernando Gago, más parecido al
último de Boca Juniors, Gonzalo Hguaín, que arrastró distintas dolencias en el
final de la temporada, y Sergio Agüero, acaso con alguna molestia imperceptible
y que queda atrás por sus enormes deseos de jugar.
La solución al nivel del juego no aparece fácil
porque no hay un organizador disponible en la lista definitiva que armó Sabella
para este Mundial y entonces el equipo argentino pasa a seguir siendo un
torbellino, pero sin la definición que tenía, con menos opciones para generar
espacios (al menos con su delantera de base) y con la gran duda sobre qué hacer
en dos situaciones clave: cuando un equipo se cierra completamente como Irán el
sábado, o cuando el rival le quita la pelota y no se la deja usar.
Llamó la atención en la conferencia de prensa
anterior al partido del sábado que Sabella llegó a hablar de “recuperar el
balón en el campo de ellos”, pero no habló de la posesión sino partiendo casi
de la base de que la pelota la tendrá un rival limitadísimo, que simplemente
hizo su juego gracias a la planificación de un gran entrenador como lo es el
portugués Carlos Queirós.
Es claro que siendo Irán un equipo sin experiencia
ni gran jerarquía, no hubo diferencias claras en el juego y sólo un genio como
Lionel Messi, con un gran disparo in extremis, estableció una mínima diferencia,
pero si el crack del Barcelona ganara los partidos como ante Irán, ¿podríamos
hablar de un triunfo colectivo?
Cuesta entender que una vez más, en el equipo
argentino aparezcan demasiadas referencias a las cábalas (como Sabella aliviado
porque le tocó sentarse en el banco izquierdo de los visitantes que coincidió
con el que se sentó el día que estudiantes ganó en ese estadio la Copa
Libertadores ante cruzeiro en 2009) y las justificaciones por el mal juego
(como cuando Gago hizo referencia al mal estado de la cancha, o al calor, cual
si estuvieran en Barranquilla).
Parece, al fin de cuentas, un equipo encomendado a
lo que Messi y su genio pueda hacer, aunque esté desconectado del resto y
buscando que se le respete contar con más atacantes cerca de su vista.
¿Jugará Argentina con los titulares ante Nigeria? Si
los africanos hubiesen empatado ante Bosnia, cosa posible porque le anularon
escandalosamente un gol válido a Edin Dzeko y un remate de éste pegó en el palo
cuando el partido se terminaba, los de Sabella ya estarían clasificados
primeros y entonces el tercer cotejo de Porto Alegre del miércoles habría
tenido menos valor.
Pero ahora, las cosas cambian. Argentina está
clasificada pero no sabe el orden, y si pierde, quedará segunda y por ende,
deberá ir a parar a la llave de Brasil, y seguramente Alemania, por lo que
Sabella deberá evaluar bien qué conviene más.
De sacar un resultado favorable ante las “águilas
verdes”, en octavos de final, en San Pablo, el próximo 1 de julio, esperarían
Suiza (con algo más de chances) o Ecuador, dos equipos con los que esta
selección ya jugó, sin demasiados problemas, y con ambos, en los últimos dos
años y medio, por lo que en una situación normal, no debería tener problemas.
Justamente, el mayor problema no son los rivales,
sino el juego de la selección argentina y el temor de su cuerpo técnico,
teniendo en sus filas al mejor jugador del mundo, como en el debut ante Bosnia,
cuando marcó con cinco defensores contra un solo punta rival.
Si todo fuera “más normal”, no estaríamos barajando
cambios ni precauciones, pero para bien o para mal, es lo que viene ocurriendo
con los equipos argentinos desde hace tanto tiempo. Y así les fue. ¿No será el
momento de cambiar y dedicarse a jugar en vez de buscar explicaciones
imposibles?
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