domingo, 15 de junio de 2014

El Patrón FIFA y la globalización



“¿Dónde queda la enterada para los periodistas?”, pregunto a un voluntario cuando me acerco al estadio Arena Corinthians, saliendo de la estación correspondiente, “Itaquerao”. Ni idea. No sólo él, sino todos los demás de un bonito uniforme verde oscuro, con zapatillas envidiables que seguramente recibieron de regalo de la organización.

Este periodista dará vueltas y vueltas y lentamente irá recobrando la memoria y se irá dando cuenta de que, al fin y al cabo, se va pareciendo todo a lo que ocurría en Japón/Corea del Sur 2002 o Sudáfrica 2010, no tanto en los mundiales europeos.

La prensa brasileña utiliza una terminología perfecta para definir lo que ocurre en los mundiales y que trataremos de explicar. Lo llama “Padrao FIFA”, una especie de patrón que utiliza la entidad madre del fútbol con sede en Zurich para ser extendido especialmente en el “Tercer Mundo”, cuando algún torneo no queda más remedio que organizarse allí “porque tocaba”, y para que estos países incontrolables, a veces hasta con funcionarios de izquierda, no terminen “desbaratando” la idea original.

Por eso es que en un Mundial como el de Brasil, todo se parece demasiado a Japón, Corea o Sudáfrica. Llegar a las cercanías de los estadios con transporte público es encontrar la misma señalización, los mismos vallados, los mismos desconocimientos, la misma estructura para Prensa, hasta los mismos clichés en los diálogos.

Es el “Patrón FIFA”, con Centro de Prensa enormes, verdaderos elefantes, pero baños precarios y a los costados, enormes pasillos rodeados de alambres, mesas largas que terminan en los televisores, que además, cuando no hay partido, suelen transmitir y repetir mil veces las actividades que hace la FIFA como “bien social”.

Son ya “no lugares”, como los aeropuertos, y bien podrían traer a Tom Hanks para que pasara un día en un centro de prensa para darse cuenta de lo parecido que podría ser a la espera de un avión, o a pasar apostando en las maquinitas de algún hotel de Las Vegas, sin que sepamos si salió el sol o si llueve.

La FIFA, por ejemplo, suele enojarse con periodistas que cubren para alguna radio y para medios escritos, porque se trata de dos acreditaciones distintas, pero ¿es novedad hoy que un periodista pueda estar en un Mundial para una radio, un canal de TV y un medio escrito?

El autobús que traslada a los periodistas, desde un estadio hasta el down town de cualquier ciudad, no dejará que desciendan a su destino aunque éste quede en medio del trayecto. “La FIFA no lo permite”, es la respuesta, por si no dice también que “no soy de esta ciudad, apenas me contrataron para este trabajo concreto”.

Si hablamos de los aspectos culturales, tampoco cambia tanto. En Brasil, la FIFA no sólo chocó en la etapa preparatoria contra los precios de los tickets porque el gobierno de Dilma Rousseff y su ministro de Deportes comunista Aldo Rebelo exigieron una rebaja para estudiantes y jubilados y se negaban a la venta masiva de cerveza aunque marcas asociadas fueran auspiciantes fijos de la multinacional del fútbol.

También chocó contra sindicatos que se opusieron a determinadas condiciones de trabajo, a las resistencias del gobierno local por aceptar imposiciones de tiempos y de estructuras, y contra el país en general a aceptar que la máxima organización del fútbol se apoderara (como suele hacer) de los mejores hoteles de cada ciudad, al considerarse un Estado por encima de los Estados nacionales.

Brasil se resiste a aceptar a Joseph Blatter y los suyos como si fueran El Vaticano, aunque no ha podido hacer nada, por ejemplo, con la fiesta inaugural, en la que apareció Jennifer López, con su playback, en lugar de tantos músicos como tiene Brasil, uno mejor que el otro.

Esperábamos a Chico Buarque (tal vez, siendo muy ingenuos), pero bien podrían a ver sido Caetano Veloso, María Creuza, María Betanha, Rita Lee, Adriana Calcagnotto, Iván Lins, Marisa Monte, Carlinhos Brown, y tantos más. Tampoco está mal que haya habido danza folklórica, pero los propios medios locales insisten en que cualquier “Escola do Samba” lo habría hecho mejor. ¿Y entonces?

Es que una vez más, la fiesta inaugural tuvo mucho más de FIFA que de Brasil. Porque el fútbol, hoy, es más de la FIFA que de cualquier país. No es, del todo, un motivo para que el local muestre lo que tiene, orgulloso, aunque en el momento en el que se concede su organización todos se abracen, ilusionados. No. El Mundial es de la FIFA, para la FIFA, que larga algunos millones pero se lleva la mayoría para casa.

Hasta el tema musical oficial es de FIFA. Se lo ha criticado por ser, al fin y al cabo, un tema global. Con un poco de “alé, alé, alé” y si es posible que incluya las palabras “fiesta” y “gol”, y algún vocablo de la sede, listo. Ya estamos.

De hecho, este cronista no concurrió a la fiesta de Rusia 2018 del pasado sábado. Ya estuvo en el Maracaná en la de 2013, en ocasión de la Copa Confederaciones, pero el DT del seleccionado, Fabio Capello, no quiso hablar. Hubo danzas folklóricas 
autóctonas y hablaron las autoridades sobre las bonanzas de organizar un Mundial en su país.

Sonó otra vez a la eterna promesa de la FIFA hasta que se den cuenta de que no es más que el anticipo del “Padrao”. Debieron invitar a Tom Hanks.



No hay comentarios: