Desde Belo Horizonte
Una decepción ocurre cuando no se esperaba
determinado hecho, pero en el caso de la selección española, aún cuando por
tantos años generó satisfacciones en todo el planeta, su caída produce un dejo
de tristeza y de añoranza, pero no puede decirse que sea sorpresiva.
Este equipo español es futbolísticamente viejo. No
en edad. No en su potencial, pero sí en la forma en que llegó al Mundial,
arrastrando una cuesta hacia abajo que muchos analistas, y la mayoría de sus
protagonistas, no pudieron o quisieron ver.
En estas horas, cientos de artículos en los medios
españoles se refieren a que el promedio de edad de la selección española se
acercaba al de casi todos los equipos, o que el lugar escogido para la concentración
tenía la temperatura agradable, o que su entrenador, Vicente Del Bosque, no
veía un solo problema entre sus jugadores. Todo eso no explica lo primordial.
Veníamos insistiendo en estas columnas en que la
selección española venía jugando siempre igual, con ese toque estético que le
caracteriza y que se dio en llamar “tiki-taka” y que para 2008 comenzó a gustar
en todo el mundo, primero de la mano del fallecido Luis Aragonés, y luego, ya
desde el final de aquella Eurocopa, bajo la dirección técnica de Del Bosque.
Pero en tiempos de globalización, de tanto estudio
de los rivales, de tanta evolución táctica, de tanta tecnología y a su vez, con
jugadores creciendo en edad y engordando sus vitrinas de títulos, las cosas no
siempre son iguales.
Así como le pasó al Barcelona en la pasada temporada
(al cabo, el equipo base de la selección española de estos años), muchos
equipos comenzaron a saber jugarle, a encontrarle la vuelta, a marcarla mejor,
a anticiparla, o le ganaron en dinámica, o se supieron cerrar y regalarle las
puntas, por ejemplo, a sabiendas de que “La Roja” casi que no gusta jugar por
allí y centra su juego hasta encontrar el ojo de una aguja por donde intentar
pasar.
Ese empecinamiento fue determinando una baja en el
gol (algo que ya se había visto en el camino al Mundial, en los partidos de
clasificación), en las escasas posibilidades para marcar pese a tener un
dominio casi total del partido, y a su vez, una baja en la presión de los
delanteros (en buena parte por jugar sin ellos), permitió a las defensas
rivales salir jugando con más comodidad que antes.
Esta España del Mundial 2014, que llegó confiada en
una final soñada contra Brasil en el Maracaná, tuvo que atravesar otras
circunstancias, como las lesiones de Víctor Valdés (el mejor arquero español de
la temporada) y de Thiago Alcántara (el recambio justo para Xavi), el mal
manejo de la convocatoria de Diego Costa, al que nacionalizó para ganar la puja
a Brasil, pero cuya lesión le terminó complicando el panorama, si bien nunca se
entendió cómo se las podría arreglar un delantero de contragolpe y roce físico
en un equipo de toque con dos líneas de cuatro, sin espacios para lo que se
buscaba de él.
También dio la sensación de un cierto apego de Del
Bosque hacia sus jugadores tradicionales, que si bien puede comprenderse por
todo lo que le dieron, necesitaron de muchos menos méritos para terminar
integrando la lista definitiva de jugadores, que tantos otros que tuvieron
continuidad en los cuatro años entre mundiales, como Negredo, Soldado, Llorente,
Navas, Carvajal o el propio Javi Martínez, que si bien estuvo, no tuvo
demasiadas oportunidades, ni qué decir en este sentido de Koke.
Este equipo español se movió al compás de dos
grandes jugadores que no estuvieron en su nivel, Xavi y Xabi Alonso. El
primero, al igual que David Villa, ya casi anunciaba el final de su carrera en
la alta competencia al aceptar una oferta para irse a jugar a Qatar, mientras
que el delantero irá al New York City de los Estados Unidos, toda una
declaración de intereses hacia el futuro.
Por todo esto, por la falta de dinámica, por un
recambio a medias y por no aceptar variantes tácticas que enriquezcan al juego
(el uso de las bandas, una mayor velocidad, más presión al adversario, utilizar
como recurso esporádico el centro aéreo, mayor presencia defensiva), España fue
absolutamente derrotada por Holanda y Chile, hasta terminar en la peor
pesadilla de una pronta eliminación, que a su vez termina con un ciclo
brillante, que el mundo del fútbol debe agradecer, porque aportó a un cambio en
la forma de encarar este deporte.
Pero ahora llega la etapa de planificar el nuevo
camino, y para eso, Del Bosque sigue siendo el mejor candidato, porque no es
cuestión de cambiar de método sino de enriquecerlo, de agregarle variantes, y
de recurrir a una nueva generación de futbolistas que desde hace rato que asoma: los Isco, Deulofeu, Carvajal, Jesé, Morata, Koke y tantos otros.
No es cuestión de dar por tierra con tanto
conquistado, y aún hay varios “sobrevivientes” de esa etapa que tienen mucho
por aportar, desde Iniesta hasta Silva, pasando por Ramos, Javi Martínez, o el
propio Thiago Alcántara.
Este Mundial, que termina demasiado pronto para
España, debería servir para analizar con frialdad por qué muchos
contrarrestaron su juego, y volverlo a dotar de elementos que lo hagan
profundo, fuerte, sólido pero con el mismo arte y estilo con el que, por fin,
“La Roja” dejó de ser “La Furia” para abrazar una idea festejada por todo el
planeta.
No fue un accidente, pero tampoco es la muerte de
nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario