viernes, 20 de junio de 2014

La anunciada decepción española (Yahoo)



                                                    Desde Belo Horizonte

Una decepción ocurre cuando no se esperaba determinado hecho, pero en el caso de la selección española, aún cuando por tantos años generó satisfacciones en todo el planeta, su caída produce un dejo de tristeza y de añoranza, pero no puede decirse que sea sorpresiva.

Este equipo español es futbolísticamente viejo. No en edad. No en su potencial, pero sí en la forma en que llegó al Mundial, arrastrando una cuesta hacia abajo que muchos analistas, y la mayoría de sus protagonistas, no pudieron o quisieron ver.

En estas horas, cientos de artículos en los medios españoles se refieren a que el promedio de edad de la selección española se acercaba al de casi todos los equipos, o que el lugar escogido para la concentración tenía la temperatura agradable, o que su entrenador, Vicente Del Bosque, no veía un solo problema entre sus jugadores. Todo eso no explica lo primordial.

Veníamos insistiendo en estas columnas en que la selección española venía jugando siempre igual, con ese toque estético que le caracteriza y que se dio en llamar “tiki-taka” y que para 2008 comenzó a gustar en todo el mundo, primero de la mano del fallecido Luis Aragonés, y luego, ya desde el final de aquella Eurocopa, bajo la dirección técnica de Del Bosque.

Pero en tiempos de globalización, de tanto estudio de los rivales, de tanta evolución táctica, de tanta tecnología y a su vez, con jugadores creciendo en edad y engordando sus vitrinas de títulos, las cosas no siempre son iguales.

Así como le pasó al Barcelona en la pasada temporada (al cabo, el equipo base de la selección española de estos años), muchos equipos comenzaron a saber jugarle, a encontrarle la vuelta, a marcarla mejor, a anticiparla, o le ganaron en dinámica, o se supieron cerrar y regalarle las puntas, por ejemplo, a sabiendas de que “La Roja” casi que no gusta jugar por allí y centra su juego hasta encontrar el ojo de una aguja por donde intentar pasar.

Ese empecinamiento fue determinando una baja en el gol (algo que ya se había visto en el camino al Mundial, en los partidos de clasificación), en las escasas posibilidades para marcar pese a tener un dominio casi total del partido, y a su vez, una baja en la presión de los delanteros (en buena parte por jugar sin ellos), permitió a las defensas rivales salir jugando con más comodidad que antes.

Esta España del Mundial 2014, que llegó confiada en una final soñada contra Brasil en el Maracaná, tuvo que atravesar otras circunstancias, como las lesiones de Víctor Valdés (el mejor arquero español de la temporada) y de Thiago Alcántara (el recambio justo para Xavi), el mal manejo de la convocatoria de Diego Costa, al que nacionalizó para ganar la puja a Brasil, pero cuya lesión le terminó complicando el panorama, si bien nunca se entendió cómo se las podría arreglar un delantero de contragolpe y roce físico en un equipo de toque con dos líneas de cuatro, sin espacios para lo que se buscaba de él.

También dio la sensación de un cierto apego de Del Bosque hacia sus jugadores tradicionales, que si bien puede comprenderse por todo lo que le dieron, necesitaron de muchos menos méritos para terminar integrando la lista definitiva de jugadores, que tantos otros que tuvieron continuidad en los cuatro años entre mundiales, como Negredo, Soldado, Llorente, Navas, Carvajal o el propio Javi Martínez, que si bien estuvo, no tuvo demasiadas oportunidades, ni qué decir en este sentido de Koke.

Este equipo español se movió al compás de dos grandes jugadores que no estuvieron en su nivel, Xavi y Xabi Alonso. El primero, al igual que David Villa, ya casi anunciaba el final de su carrera en la alta competencia al aceptar una oferta para irse a jugar a Qatar, mientras que el delantero irá al New York City de los Estados Unidos, toda una declaración de intereses hacia el futuro.

Por todo esto, por la falta de dinámica, por un recambio a medias y por no aceptar variantes tácticas que enriquezcan al juego (el uso de las bandas, una mayor velocidad, más presión al adversario, utilizar como recurso esporádico el centro aéreo, mayor presencia defensiva), España fue absolutamente derrotada por Holanda y Chile, hasta terminar en la peor pesadilla de una pronta eliminación, que a su vez termina con un ciclo brillante, que el mundo del fútbol debe agradecer, porque aportó a un cambio en la forma de encarar este deporte.

Pero ahora llega la etapa de planificar el nuevo camino, y para eso, Del Bosque sigue siendo el mejor candidato, porque no es cuestión de cambiar de método sino de enriquecerlo, de agregarle variantes, y de recurrir a una nueva generación de futbolistas que desde hace rato que asoma: los Isco, Deulofeu, Carvajal, Jesé, Morata, Koke y tantos otros.

No es cuestión de dar por tierra con tanto conquistado, y aún hay varios “sobrevivientes” de esa etapa que tienen mucho por aportar, desde Iniesta hasta Silva, pasando por Ramos, Javi Martínez, o el propio Thiago Alcántara.

Este Mundial, que termina demasiado pronto para España, debería servir para analizar con frialdad por qué muchos contrarrestaron su juego, y volverlo a dotar de elementos que lo hagan profundo, fuerte, sólido pero con el mismo arte y estilo con el que, por fin, “La Roja” dejó de ser “La Furia” para abrazar una idea festejada por todo el planeta.

No fue un accidente, pero tampoco es la muerte de nadie.




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