Desde Río de Janeiro
En uno de los peores inicios mundialistas para un
campeón, la selección española cayó sin remedio ante la holandesa por 5-1 pero
mucho más que eso, confirmó lo que desde hace bastante tiempo se viene
sosteniendo, y es que su estilo de toque, tan estético y vistoso, se va
desdibujando porque los otros equipos van descubriendo su juego, y por la caída
en la producción de algunos de sus jugadores más trascendentes.
España es, más conceptualmente que en promedio de
edad, un equipo viejo. Porque intenta jugar a algo lindo pero no le alcanza con
pretenderlo y no llega a concretarlo porque algunos de sus jugadores no están
lo precisos que se necesita, y otros son demasiado lentos, mucho más que hace
cuatro años y más que hace dos, cuando ganó la última Eurocopa.
Era de prever en un sentido, y es que si la
selección española se basa en su juego en el Barcelona, que aporta la mayoría
de sus componentes, y este equipo terminó la temporada sin títulos importantes
y en caída y fin de ciclo, no es de extrañar que La Roja atraviese por el mismo
mar de dudas, y que ante un equipo contundente como el holandés, con jugadores
como Arje Robben y Robin Van Persie en el ataque, haya navegado en aguas tenebrosas.
A esta selección española le pasa lo que al
Barcelona: muchos ya saben a qué juega, y en estos años no ha sabido encontrar
variantes para sorprender tácticamente, por más loable que haya sido siempre la
intención de su honesto entrenador Vicente Del Bosque.
Si ya usaba poco las puntas con extremos, el que no
haya convocado a Jesús Navas, y por lo tanto a Fernando Llorente para terminar
la jugada desde los costados, es una prueba de ello. También parecería que
Diego Costa quedó entrampado en la discusión entre España y Brasil por su
inclusión y que eso generó que no hubiera más remedio que convocarlo en la
lista definitiva de jugadores, porque se sabía que iba a encontrar terreno
hostil en tierras brasileñas y no parece, por sus características, ser un jugador
que pueda coordinar jugadas con los que vienen tocando por el medio.
Tampoco parece querer probar en el medio con algún
toque largo, y no sólo siempre jugar al toque corto, que es algo que ya todos
conocen, se agrupan atrás y esperan para el contragolpe, en el que ahora,
además, saben que encuentran a España no tan bien parada ni sólida como en el
pasado.-
La defensa no tiene la misma coordinación, con un
Gerard Piqué que no es el mismo que en otras temporadas, y Azpilicueta no
parece tener la presencia por la derecha, y como tampoco aporta al ataque por
ese sector, y por la izquierda juega con David Silva, o Andrés Iniesta, que
tampoco son extremos, todo pasa por conservar el balón y que por hartazgo del
rival, el dominio se transforme en gol.
Pero si ese dominio no trae consecuencias, y además,
su propio arquero, el antes indiscutible Iker Casillas, proviene de una
temporada con pocos partidos y tiende entonces a cometer errores de ubicación
(como en la final de la Champions League en el gol que le convirtiera Diego
Godín) y de juego con los pies, entonces ocurre lo peor: un equipo cuyo fuerte
está en el medio, pero que no tiene ningún peso en ambas áreas.
Esa clase de equipos tienen poco futuro a no ser que
modifiquen todo sobre la marcha, y ni siquiera parece alcanzar con que ganen
sus partidos que siguen, porque efectivamente España sí puede vencer a Chile
(en un partido que ahora parece clave para alcanzar la segunda plaza en el
Grupo B) y a Australia, pero es casi inexorable que en octavos de final debería
verse con Brasil, y ya se conoce el resultado de hace un año por la Copa
Confederaciones.
El problema de España no es el balón, sino su
consistencia defensiva, su falta de variantes para atacar, el haber desistido
del uso de las puntas o del juego largo, como si eso fuera un atentado al buen
gusto, y su repetición en los movimientos, que lo hace demasiado previsible.
Si enfrente aparece, además, un equipo que mata de
contragolpe, que al revés que España, cuenta con la potencia ofensiva de Van
Persie y la velocidad y definición de Robben, todo puede terminar en la
pesadilla con que acabó.
Y aunque Casillas es responsabilizado de casi todo
ahora, cabe recordar que también salvó varias situaciones claras que pudieron
ahondar mucho más la herida.
¿Qué hacer ahora con este golpe anímico? Carlos
Bilardo, el entrenador argentino de entonces, decidió cambiar medio equipo tras
la inesperada derrota ante Camerún en el partido inaugural de Italia 1990,
cuando los albicelestes llegaban como campeones del mundo.
Tal vez ahora, Del Bosque haga algo parecido, pero
las cosas no pasan por nombres sino por conceptos. Si España no cambia, puede
volverse a casa pronto, como le pasó a Francia en Japón-Corea del Sur en 2002,
cuando llegó también como campeona y se fue sin marcar goles y tras la primera
rueda.
En aquel torneo, Francia repitió a la mayoría de los
jugadores de 1998. España está haciendo lo mismo ahora. Y parece muy difícil
que las cosas le vayan mejor que a los galos. Si quiere que las cosas sean
diferentes deberá por empezar a cambiar cosas por sí misma primero.
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