El tuerto Gálvez
no encontraba los términos apropiados para formular su enojo. Caminaba por el
vestuario como buscando la náusea necesaria en los efluvios de transpiraciones y tufos varios. Pero la repugnancia no se
aglutinó y la irritación sólo pudo elaborar un: ¿Qué carajo hiciste, Tognetti?
Tognetti, que
estaba sentado en uno de los bancos, apoyada la espalda desnuda y mojada de
cansancio sobre la pared descascarada del vestuario visitante de la cancha de
Colmenar F.C. La mirada perdida – seguramente en ese instante, intentando
descifrar causas para esa consecuencia – en algún punto de la pared contraria.
La portería
desapareció – como un piolín de voz, una punta de desconcierto.
El tuerto
encontró el componente faltante para revelar el contenido de su furia: ¡Me cago
en tus muertos, Tognetti! ¡¿Qué explicación es esa?!
No estaba…
cuando agarré la pelota en tres cuartos de cancha y enfilé hacia la portería,
la podía ver clarita, ampliándose, como haciéndose más grande, más vulnerable,
más fácil…
Menos poesía,
Tognetti…
… no es
poesía, es explicación, es turbación…
… lo que sea…
Bueno, ahí
estaba, el portero adelantándose apenas para disminuir mis opciones, la
portería blanca, como si la hubiesen limpiando antes del partido…
Estuvo
lloviendo los últimos dos días, boludo – compareció el Chispa Benítez.
¡Cállense,
carajo, ¿se creen que todo es una joda?! – la voz de ripio de Valdivia, el
ayudante de campo.
Estaba ahí…
estaba ahí y después, zas, nada, sólo se veía la tribuna, ningún poste, ningún
travesaño, ninguna red, nada… – Tognetti
hablaba para sí, para las incertidumbres interrogantes.
Yo lo veía
perfecto desde mi portería – terció Olave, el portero del equipo. Perfecto, Tognetti,
dos palitos y otro cruzado, y ahí cerquita, vos mirando como un pelotudo y el
defensor que te sacaba el balón… Clarito como el agua – los defensores y tres
mediocampistas asintieron sin decir nada.
Llevaba la
pelota, me acerqué a la portería, decidí cruzársela fuerte abajo al poste
derecho del portero, levanté la cabeza y… - iba diciendo Tognetti.
Cuando, zas –
a coro Olave y Muralla Martínez, el líbero.
Sí, pelotudo,
cuando zas, desapareció – Tognetti parecía haber excluido la posibilidad de una
respuesta, una explicación, y había vuelto a la realidad del vestuario brumoso
de calor y transpiraciones.
Desapareció… -
la voz de Elpidio Ranni, desde el costado, casi la misma posición que ocupaba
en la cancha: un once de la vieja escuela.
Es cierto, che.
No sé cómo, pero de pronto no estaba ahí – secundó el 10, Mariano Palafito. No
estaba, che. Y después, así como había fugado, regresó, resucitó…
La charla, o
esa secuencia de frases inconcebibles, como el hecho mismo, giró sobre sí misma
unos minutos más; se recordó alguna vez durante uno de los entrenamientos
posteriores, antes de la fecha siguiente: Tognetti, por las dudas entrená
también sin portería, dijo alguno. Pero después se olvidó rápidamente.
Hasta que
siete fechas después, jugando de locales contra Sportivo Ergía, al final de
partido, el vasco Etchegaray, el 5 local, se puso a hablar con Márquez, el
cinco rival, de camino a los vestuarios. Márquez dijo: Se la hicieron a ustedes
también.
¿Qué?
Los de
Colmenar.
¿Qué nos
hicieron también?
La de la
portería. La “desaparición”.
¿Cómo te
enteraste? – preguntó Etchegaray maliciando algún soplón en el propio
vestuario.
Porque se lo
comentó Tognetti a su primo, que juega en las inferiores en Sportivo. Y él lo
contó, porque nos lo hicieron a nosotros también; a nuestro 9, en la primera
vuelta, que nos tocó jugar en su cancha.
¿También le
desapareció la portería?
No
desapareció, la hicieron desaparecer…
¿Pero cómo no
se enteró nadie?
Porque nadie
va contar semejante disparate, la prensa se va cagar de risa, va a hacer su
agosto con el gil que justifique de esa manera el por qué se perdió un gol
imposible.
¿Y cómo lo
hacen?
El portero,
Kraskic, era mago, o ilusionista, en Croacia, antes de venirse para acá. El
tipo como portero no vale nada, pero está lleno de trucos e ilusiones… La de la
portería es una ilusión, un espejismo. Ahora, no preguntes cómo lo hace, el
secreto, el abracadabra. Si estás lejos, ves perfectamente la portería, pero si
estás cerca, entrás en el campo de acción del ardid. Por eso, los árbitros, que
están cerca de la jugada, no pueden cobrar gol ni aunque patees porque no ven
si entró o no…
Hijos de puta…
No es para
tanto, che; todos tenemos nuestras mañas. Y hay que reconocerle que esta es
formidable.
Sí, supongo
que sí. Pero está muy fresquita…
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