Hoy a las 15,15 es la hora señalada para el
comienzo, por fin, de la gran fiesta del fútbol. Lo que la liturgia de la
pelota espera por cuatro años. El fenómeno por el cual el mundo se paraliza
enfocado hacia un país, la sede del torneo que concita el interés de todos,
hasta de los que no tienen un dominio total sobre las reglas de juego. Nada
menos que el vigésimo Mundial, el segundo que organizará Brasil en su historia,
el de más títulos (cinco) y el único que estuvo presente en todos.
“La Copa de las Copas”, exagera la presidente Dilma
Rousseff, que hoy recibirá a unos veinte mandatarios de distintos países y que
se juega mucho políticamente, por el estado de tensión y reclamos de una sociedad
que ama al fútbol pero que ve cómo se esfumaron casi 3 mil millones de dólares
en algunas obras de infraestructura de dudoso valor a futuro, mientras unos 32
millones de personas de una clase media en expansión, que se sumaron al
consumo, entienden que la prioridad en este momento era otra y pasaba por la
educación, la salud, las mejoras salariales.
Pese a todo, tanto los dirigentes políticos como los
de la FIFA (ya sin remedio para seguir quejándose por el atraso de las obras,
que no llegaron a finalizar y que en casi la mitad siguen en proceso) admiten
que ya se recorrió el camino más importante y de nada sirve seguir litigando.
El camino no fue fácil y los intereses marketineros de la entidad madre del
fútbol chocaron con un ministro de Deportes del Partido Comunista local, Aldo
Rebelo. Tuvieron que convivir y lo hicieron de la mejor manera posible, y ya en
los últimos tiempos, atenuando las críticas.
Por lo pronto, el gremio de trabajadores del
transporte decidió no regresar a la huelga del metró (subte) con el que mucha
gente viajará hasta el Arena Corinthians para ver el partido inaugural que
comienza a las 17 entre Brasil y Croacia, y tanto la ceremonia como el debut de
Brasil se transmitirá por TV para más de doscientos países.
“Llegó la hora. Vamos todos juntos. Es nuestro
Mundial”, dijo ayer el experimentado Luiz Felipe Scolari en la conferencia de
prensa ya en San Pablo, acompañado por la mayor estrella del equipo, Neymar,
compañero de Lionel Messi en el Barcelona.
Esta vez, aunque el equipo local no tiene grandes
figuras desde el mediocampo en adelante, al punto que en los últimos días
creció el rumor de cierto descontento con el rendimiento de Oscar, el volante
del Chelsea, quien podría ser reemplazado en el torneo por su compañero en
Inglaterra Ramires, no hubo demasiadas polémicas desde que Scolari tomó las
riendas del equipo.
Siempre hubo críticas en el pasado, y quienes
pidieron a Ronaldinho, a Kaká, antes a Romario y a tantos otros, pero no
sucedió eso con Scolari, quien fue reemplazando a los grandes nombres por
jugadores algo desconocidos para la “torcida” como Fernandinho o Willian, pero
la cosa funcionó y Brasil ganó quince de los últimos dieciséis partidos de
preparación.
“Felipao”, como se llama al entrenador gaúcho, es
muy respetado y en muchos casos hasta querido por la gente. No pudo siquiera
despedirse de su sobrino Tarciso Joao Schneider, de 48 años, hijo de su hermana
Cleusa, que falleció en un accidente automovilístico de Passo Fundo, en Porto
Alegre, porque no consiguió vuelo, pero sí tuvo tiempo, en la conferencia de
prensa de ayer, de agradecer a los hinchas, a los dirigentes, y no se olvidó
siquiera de la oposición porque además de la presidente Dilma Rousseff se
acordó del candidato Áécio Neves, de Fernando Henrique Cardoso y por
supuesto, de Lula Da Silva, bajo cuya
segunda presidencia Brasil consiguió ser sede del Mundial en 2007.
“Evolucionamos maravillosamente”, dijo, optimista
como suele ser, Scolari, refiriéndose al buen funcionamiento colectivo, que ya
hace un año le permitió ganar por todo lo alto la Copa de las Confederaciones
en una final a todo trapo ante España (3-0) en el Maracaná.
Scolari cuenta con el apoyo del 68 por ciento de los
brasileños, según una reciente encuesta de Datafolha, una cifra muy alta, que
significa un gran consenso.
“Espero realizar el sueño de todos los brasileños”,
dijo Neymar, aunque muchos brasileños, al mismo tiempo, reverenciaban a Lionel
Messi, un argentino, a kilómetros de distancia, en Vespaciano, donde está
concentrado el equipo de Alejandro Sabella, a la espera de su debut del domingo
en ese mismo Maracaná ante Bosnia Herzegovina, símbolo de lo que representa el
genio del Barcelona para tantos torcedores locales, que por sobre todo aprecian
el buen fútbol. Precisamente Argentina representa la mayor amenaza para los
locales, que temen una final ante los albicelestes.
“No Tendrán Copa”, dicen muchos otros, enojados por
los gastos, atribuídos al “Patrón FIFA”, y amenazando con medidas violentas o
directamente, de boicot al torneo. De hecho, hoy en Transamérica Expo Center,
sede del Congreso de la FIFA, muchos brasileños nos pedían que “por favor
escriban el desastre organizativo que es esto, pero no somos nosotros, son
ellos (por la FIFA)”.
Por las dudas, la FIFA propuso el modelo del “Apretón
de Manos por la Paz” entre los jugadores, y gracias a un pedido de la
presidente Rousseff, el Papa Francisco grabó un mensaje en un video “para los
amantes del fútbol” y dijo que su esperanza “es que además de esta fiesta del
deporte, esta Copa pueda ser la fiesta de solidaridad entre los pueblos. Para
vencer, es preciso superar el individualismo, el egoísmo y todas las formas de
racismo y de intolerancia”.
“El fútbol puede ser una escuela para la
construcción de una cultura de encuentro que permita la paz y la armonía entre
los pueblos”, agregó.
Si de racismo se trata, los croatas, que juegan hoy
contra Brasil por el primer partido del Grupo A, conocen bien el tema porque no
podrán contar con su ex capitán Josip Simunic, precisamente suspendido por la FIFA
por una proclama racista, recordando a los ustachas colaboracionistas nazis en la
Segunda Guerra Mundial, en un partido ante Islandia en Zagreb el pasado 19 de
noviembre.
Pero no será la única baja de los croatas porque el
martes a la noche se lesionó Iván Mocinic, de 21 años (volvió a resentirse del
tobillo) y como tiene para dos a tres semanas de recuperación, fue reemplazado
en la lista de veintitrés jugadores por Sean Lynch, de 27. El otro ausente es
más conocido: se trata del centrodelantero del Bayern Munich Mario Mandzukic,
suspendido.
De todos modos, los croatas contarán con figuras
como Luka Modric (Real Madrid) o Iván Rakitic (Sevilla, aunque casi ya fichado
por el Barcelona), y no parecen ser presa fácil. Tras escuchar el tradicional
“Grito de Ipiranga”, el himno brasileño, los locales comenzarán su periplo
mundialista con Julio César, Dani Alves, David Luiz, Thiago Silva, Marcelo;
Luiz Gustavo, Paulinho, Oscar; Hulk, Fred y Neymar, el equipo tradicional.
Si de cábalas se trata, el árbitro será el japonés
Yuichi Nishimura, el mismo que dirigió a Brasil ante Holanda en los cuartos de
final del Mundial 2010, el día que los naranjas eliminaron a los
verde-amarelhos.
Antes, la ceremonia inaugural durará apenas 25
minutos, y será “una sorpresa para el mundo”, según la coreógrafa belga Daphné
Cornez, la directora artística. “Será un homenaje a Brasil y sus tesoros:
naturaleza, danza y fútbol”, insiste, y señala que habrá 600 artistas,
gimnastas y especialistas en capoeira, y finalmente sí estará Jennifer López,
acompañando al rapero Pitbull en el tema “Somos Uno” (We are one), tema oficial
de la Copa del Mundo.
Se representará una “pelota viva”, con una bola de
cristal de LED, ante la mirada de 65 mil personas asistentes al Arena
Corinthians.
Para el final, se reserva la gran emoción: el
puntapié inicial lo dará un joven parapléjico que se levantará de su silla de
ruedas y caminará ayudado de un exoesqueleto (vestido robótico especialmente
diseñado por un grupo de 156 científicos de todo el mundo) comandado por un
neurocientífico brasileño, Miguel Nicolelios.
La mesa está servida. El Mundial echa a rodar.
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