Lionel Messi cumplirá 27 años el próximo 24 de
junio, en pleno Mundial. Para muchos, la edad ideal para jugar un torneo como
éste, y el continente ideal, porque en América nunca ganaron otros que no
fueran las tres potencias sudamericanas (Argentina, Brasil y Uruguay), y en el
país perfecto, porque no hay mayor rivalidad que con los verde-amarillos.
Pero más allá de los datos estadísticos, históricos
o biológicos, si nos preguntamos exclusivamente por Messi es por lo que
concita, por lo que genera, por la expectativa que se cierne en torno del gran
crack del fútbol mundial del último tiempo, llamado a batir todos los récords
existentes, al margen de que en la última temporada haya tenido algún altibajo,
seguramente producto de concentrar la mayor parte de sus energías justamente en
esta cita brasileña.
Messi sabe mejor que nadie que sólo le falta un
Mundial de selecciones para que muchos lo consideren en el podio de los más
grandes de la historia, y porque quiere que quede en su palmarés, pero en
verdad, el argentino no necesita nada en particular. Es grande por lo que da,
por lo que juega, por su genialidad, como también lo fue en su momento Alfredo
Di Stéfano, sin necesidad de llevarse un Mundial
Lo de ayer en Vespaciano, lugar de concentración de
la selección argentina, con los veinte brasileños invadiendo el entrenamiento
argentino y saltando la endeble seguridad para obligar a terminar antes lo
pautado por el entrenador Alejandro Sabella, con las posteriores reverencias a
Messi, y hubo hasta quien le lustró los botines, no habla de otra cosa que del
profundo amor que los locales tienen por el fútbol, no importa con qué
camiseta. Habla muy bien de ellos, capaces de separar la rivalidad por un
instante, para enfocarse en quien últimamente les brinda las mayores alegrías
con la pelota, independientemente de su nacionalidad.
Esto, precisamente esto, es Messi hoy. El genio, el
que puede frotar la lámpara, el que puede marcar un camino, el que dibuja, el
que es capaz de todo, y también, como gran noticia, el que disfrutó riéndose
mucho, de estos brasileños “invasores” en el morro de la Cidade do Galo del
Atlético Mineiro.
Messi se rìe, con ganas, a poco del debut. Algo
bueno puede pasar.
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