Desde Belo Horizonte
No es Pedro Ochoa, aquel delantero que en los primeros años de fútbol, junto a Perinetti, constituyeron una excelente dupla de aquella “Academia” del Racing Club que mereció un tango de Carlos Gardel, quien lo calificó nada menos que como “el crack de la afición”.
Pero este Ochoa llamado Guillermo, “Memo”, que
casualmente está sin club luego de haber participado en el Ajaccio francés en
la última temporada, resultó el inesperado héroe del “Castelao” en Fortaleza,
donde México resistió a Brasil por el Grupo A, y los locales no pudieron
vencerlo en gran parte por la labor de este arquero, que tuvo extraordinarios
reflejos y que tapó dos cabezazos impresionantes de Thiago Silva y Neymar, y
que paró muchos otros remates con destino de red.
Cuando jugaba en la liga mexicana, muchos ya
hablaban de este arquero que suele usar vincha y tiene una excelente
colocación, y estuvo en la mira del Manchester United en el que juega su
compañero Javier “Chicharrito” Hernández, y no fue casualidad que haya sido
convocado para los dos Mundiales anteriores, aunque nunca había ingresado como
titular, y resulta que ahora tiene el arco invicto en dos partidos, y México
comparte la punta del Grupo A con Brasil.
Ochoa fue rescatado en setiembre de 2013 por el
entonces entrenador de la selección mexicana Víctor Vucetich y como todos sus
compañeros de entonces, sufrió la posibilidad latente de que su equipo se
quedara afuera de este Mundial, aunque logró la milagrosa clasificación en el
minuto final y gracias a que Estados Unidos le marcó dos goles a Panamá.
Tras este dramático final de la clasificación del
hexagonal de la CONCACAF, México debió jugar una repesca y recién allí
consiguió su pase, bajo la dirección técnica del mismo Miguel Herrera que ahora
cotiza en alza luego de la victoria ante Camerún y especialmente, este empate a
cero ante Brasil en el que, según el propio Ochoa, fue “el partido de mi vida”.
Al margen de México, que plantó cara a Brasil y
hasta tuvo chances de ganar el partido, también hay que señalar que la
selección local sigue sin aparecer con el fútbol que se espera por toda la
tradición que tiene y la cantidad de nombres, pero parecen estar atados por la
responsabilidad (más allá del “Haka” que significa para el público el himno
cantado por los jugadores como si fueran Los Pumas y esa terminación a capella
que puede marear a cualquiera).
Por el momento, Brasil sigue siendo un torbellino.
Jugadores que toman la lanza y van al ataque, pero sin la necesaria claridad.
No pasa por si juegan Ramires y Bernard, sino por elegir una forma de llevar la
pelota de manera elegante y convertir en el arco rival.
Las palabras finales de su director técnico, Luiz
Felipe Scolari, en la conferencia de prensa, cuando ya terminaron las preguntas
y dijo con ironía que “nadie me pregunta por el penal a Marcelo, que no
cobraron”, cuando fue claro que el lateral del Real Madrid se arrojó a la
pileta, son una muestra de la impotencia, lo mismo que cuando la TV O Globo le
preguntó por su buzo en un clima tan caluroso y admitió que se trata de “un
amuleto”.
Así están las cosas por el lado de Brasil:
demasiadas encomendaciones a la suerte y demasiados cambios en la búsqueda de
algo que parece no haber, que no encuentra.
Siguiendo con las frustraciones, hoy puede ser un
día complicado para la selección española cuando se enfrente a “la otra roja”,
la de Chile, que viene entonada por ganarle en el debut 3-1 a Australia.
Chile, entrenada por el argentino Jorge Sampaoli que
se declara “más loco que Marcelo Bielsa” en cuanto al ataque, podría dejar
afuera al conjunto de Vicente Del Bosque, que parece estar lejos de lo que fue
en tiempos cercanos tras el pésimo debut ante Holanda (1-5).
¿Hará cambios Del Bosque, tomando en cuenta los
bajos rendimientos de algunos jugadores? Por un lado, Diego Costa, por quien
tanto se bregó para nacionalizar, no encaja en este estilo porque lo suyo es el
contragolpe en un equipo de toque y posesión. Por otro, Xavi Hernández (que
está oficializando en estas horas su salida del Barcelona hacia Qatar) no tiene
la misma velocidad, mientras que hay jugadores como Pedro, Koke o Javi Martínez
esperando su lugar entre los titulares.
Lo concreto es que si España no cambia, es muy
posible que sea el rival el que le obligue a cambiar. Ya le sucedió a Francia
en Japón/Corea del Sur 2002, que llegó como campeona y se fue tras la primera
fase, sin goles a favor.
Ahora España tiene el desafío de no ir por la misma
senda, con un plantel cuatro años más viejo y poco recambio.
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