Llegó la hora de la siesta y Diego Maradona entró a
la habitación que compartía con Ariel Ortega, y se sorprendió de encontrar a
éste tapado con su sábana hasta la cabeza. En ese momento le vino al recuerdo
cuando él mismo, 16 años antes, junto a Humberto Bravo y Víctor Bottaniz, debió
escuchar de su director técnico, César Luis Menotti, que no estaría en el
Mundial de 1978.
Menotti llegó a explicar, en el caso de Maradona,
que éste era “joven e inexperto”, aunque ese mismo año llegaría a marcar 25
goles en el torneo argentino. Así, le quitó al rey del fútbol de 1986 la chance
inmensa de ganar otro Mundial como local, con 17 años, y competir mano a mano
con Pelé para ser el mejor de la historia de las máximas citas futboleras.
Acaso por eso, y porque recordó cuando dos años y
medio más tarde tonó fuerzas para decirle al mismo DT que “lo pensaría” al ser
citado para el Mundialito de Uruguay, que significaba perderse las semifinales
del Nacional con Argentinos Juniors, y aunque Menotti le advirtiera que “no
podía asegurarle” un lugar entonces para España 1982, que decidió calmar a su
joven compañero que esperaba la lista de Alfio Basile para el Mundial de
Estados Unidos 1994, y rompiendo el secreto acordado con los referentes, le
dijo “quedáte tranquilo, burrito, que vos no sos”.
Y no era. Iba a ser Leo Franco, y su madre
estallaría desde Córdoba por los medios, horas más tarde, culpando a Maradona
por la decisión de Basile, quien había transpirado al confeccionar una lista
que difería en bastante de lo que aspiraba apenas meses antes cuando “se
emborrachaba con las Copas América”, como declaraba el mismo Maradona que luego
jugaría y sería excluído del Mundial por lo que para la FIFA fue un doping por
haber ingerido “un cóctel de sustancias”, que luego no fue probado.
Desde que existen los canales de TV especializados
en deportes y las radios multiplicaron sus espacios dedicados al fútbol, una
información que antes era apenas un pequeño espacio, terminó convirtiéndose
casi en un asunto de Estado.
Pocos recuerdan que en las viejas “Listas de 40”
jugadores, la previa a la de “los 22 definitivos”, que requería la FIFA en el
pasado, un tal Ricardo Bochini estuvo cuatro veces (1974, 1978, 1982 y 1986) y
sin embargo, sumó muy pocos minutos en la historia de los Mundiales y hasta
afirmó que no se sentía campeón, por no haber sido casi tenido en cuenta en
México.
Es que Bochini tampoco iba a estar en la lista, como
en los tres Mundiales anteriores, y cuando el DT Carlos Bilardo llevó su lista
de convocados a la AFA, de allí siguió viaje al country de Estudiantes de La
Plata en City Bell para brindar con Miguel Russo, Marcelo Trobbiani y Alejandro
Sabella, pero el primero y el tercero descubrieron al día siguiente que no
estaban en la lista. Habían sido reemplazados por el veterano crack de
Independiente y por Carlos Daniel Tapia. Uno por ser del mismo club e ídolo del
mandamás de la calle Viamonte. El otro “porque tenía que haber alguien de
Boca”.
Los caprichos y las cuestiones políticas siempre
jugaron un papel en las listas mundialistas. Para el Mundial de 1978, y pese a
la presión de los medios y de muchos hinchas de todos los equipos, Norberto
Alonso no iba a estar convocado, pero a último momento irrumpió el hombre
fuerte del torneo, el contraalmirante Carlos Lacoste, y lo impuso con su bota
militar, lo que pudo haber incidido en la salida de Maradona, aunque Menotti
casi no lo tuvo en cuenta y tampoco lo ayudó una lesión.
Boca Juniors fue campeón intercontinental meses
después de ese Mundial, pero no tuvo un solo representante en la selección
argentina. El único posible, Alberto Tarantini, había quedado en libertad de
acción. “(Vicente) Pernía es triste, (Jorge) Olguín es alegre”, decía el cómico
Mario Sappag, imitador de Menotti en la TV, que aparecía con un cigarrillo
entre cada uno de los dedos de las dos manos. Tampoco Roberto Mouzo fue tenido
en cuenta para el torneo y sí Luis Galván o José Daniel Valencia, del que
Menotti dijo tras una sensacional gira europea de Maradona, que estaba “en un
nivel superlativo”, a modo de balance, al arribar a Ezeiza.
Alberto Brailovsky todavía se lamenta por haber
quedado fuera del Mundial 1982 en España y nunca se lo perdonó a Menotti, como
le contó dos décadas más tarde a este cronista, y aún se pregunta qué fue lo
que pasó, porque era una de las figuras de aquél momento.
Ni en México 1986 ni en Italia 1990 estuvo Ramón
Díaz, aquél compadre de Maradona en el Mundial juvenil de Japón en 1979, aunque
era ya una figura del fútbol italiano primero, y francés después. El gran
esperpento se vivió en la Residencia Presidencial de Olivos antes de la cita
italiana, cuando todo el periodismo se acercó para preguntarle al entonces
presidente Carlos Menem, riojano como Díaz, si había alguna chance de que su
coprovinciano fuera llamado. “Ninguna. Lamentablemente Diego le bajó el pulgar.
Lo llamé a Nápoles pero no hay nada que hacer”, dijo Menem, con Bilardo, el
director técnico, sentado a su lado, impertérrito.
Para Italia 1990 tampoco estuvo Alberto Márcico,
otro crack que para retirarse años más tarde del Toulouse, tuvo que sacarse la
camiseta, dar una vuelta olímpica saludando a su público, y su familia lo
esperaba en su casa con las maletas hechas como para abordar el aeropuerto y
volar inmediatamente a Buenos Aires y firmar para Boca, el club de sus amores.
“¿Ustedes son argentinos? ¿Les puedo preguntar por
qué no está aquí Marcicó?”, nos preguntaba un señor maduro, con gran cabeza y
una importante papada, con acento francés, cuando, circulando atrás del colega
Jesús Ferro y quien esto escribe, notó nuestro acento argentino en pleno centro
de prensa “Gaetano Scirea”, en Roma. Contó que lo deleitaba cada partido, que
era de Toulouse, y que no creía que el equipo de Bilardo tuviera en el certamen
ningún jugador como él, salvo Maradona, claro. Se presentó como “Mr. Just
Fontaine”, nada menos que el máximo goleador de un Mundial en la historia (13
en Suecia 1958).
Siempre hubo decisiones polémicas, desde aquel
lejano 1934, cuando la selección argentina concurrió a Italia con un equipo
compuesto de ignotos jugadores, y en cambio cuatro “oriundos” (Guaita, Orsi,
Monti y Demaría) terminaron siendo campeones en los locales, o cuando para
1958, se decidió prescindir nada menos que de Maschio, Angelillo y Sívori, el tercero
campeón sudamericano 1957 con los “Carasucias” en Lima, porque “se habían ido”
a Europa, y lo mismo que de Alfredo Di Stéfano, que brillaba en el Real Madrid.
Para Alemania 2006 también hubo polémica. José
Pekerman decidía no convocar como lateral derecho a Javier Zanetti, aunque
nunca lo haya explicado, y no para llamar precisamente al otro lateral derecho
destacado, Hugo Ibarra, sino para colocar marcadores centrales en el puesto,
mientras que Martín Demichelis, que jugaba en el local Bayern Munich, dijo que
“no tenía sentido vivir” al conocer su desafectación, y otro que tampoco fue
tenido en cuenta fue el arquero Germán Lux, titular en el equipo que un año
antes había sido finalista de la Copa de las Confederaciones, y dos años antes,
del campeón olímpico de Atenas, que en seis partidos, no había sufrido goles.
¿No merecía un lugar siquiera entre los tres en su puesto? Fue reemplazado por
el entonces joven Oscar Ustari, de Independiente, como Julio Grondona.
Se dijo que en la concentración argentina de
Boadilla del Monte, cerca de Madrid, el entrenador de entonces insinuó que
Pablo Aimar podía ser uno de los excluídos, y a los pocos días, Juan Román
Riquelme decidió viajar a Buenos Aires para acompañar a Marcelo Delgado, a
quien se le había muerto el padre. De esta manera, el “diez” de Boca se ausentó
de la concentración. Pekerman entendió el mensaje, y Aimar viajó a Alemania.
Cuatro años más tarde, Maradona, ya como entrenador,
citaba a Diego Pozo y a Ariel Garcé, de Colón, y al veterano Martín Palermo, de
Boca, para Sudáfrica. Las explicaciones no abundaron, como ahora ocurrió
primero con el corte en el que ya Carlos Tévez quedó sin chances, aunque su
situación era clara: nunca había sido convocado desde que Alejandro Sabella
había asumido como DT.
El entrenador siempre dio respuestas ante cualquier
pregunta sobre jugadores no convocados, aunque con Tévez usó siempre la misma
respuesta: “El grupo está cerrado”. Una diferencia clara. Luego, comenzó a
decir lo que Vicente Del Bosque en España: “Sería faltar el respeto a los que
no están. No puedo hablar”.
El fútbol es el deporte más popular de los
argentinos, y aunque la frase “El pueblo quiere saber” se aprende desde el
colegio primario, lo que siempre faltó en las convocatorias, es información
clara. La constante fueron los supuestos, rumores y versiones. No podía ser
diferente ahora con Ever Banega, Nicolás Otamendi y José Sosa, haya sido justo
o no.
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