Desde Belo Horizonte
“O ustedes son malintencionados, o dicen bobadas”,
dice, una vez más en tono bélico, el director técnico de Brasil, Luiz Felipe
Scolari, quien parece adscribir a la teoría de “cuántos más en contra, más nos
unimos contra todo”, que cada día saca a relucir y en este caso apuntó hacia la
propia prensa local, que le recordó una frase de su colega holandés Louis Van
Gaal, que se quejó por las horas de diferencia a favor que tendrán los
verde-amarillos en el caso de pasar a los octavos de final.
“Muchos de ustedes dicen que Brasil puede escoger
rival en octavos, lo que es una falta de respeto para Camerún (próximo rival de
Brasil, esta tarde) porque es un equipo que perdió apenas por un gol en el
primer partido y en el segundo perdió más ampliamente pero por ir a buscar el
resultado y descuidarse, no es que haya jugado tan mal. Nosotros debemos
clasificarnos primero”, dijo Scolari, en un discurso de falsa humildad.
Si bien parece exagerada la crítica de Van Gaal por
los horarios a favor de Brasil (cuatro horas entre uno y otro partido hoy, pero
casi una semana después jugarían por los octavos de final), es cierto que, como
bien dicen los muy prestigiosos periodistas del programa “Linha de Passe” de
ESPN local, los partidos de los dos grupos cuyos equipos deben enfrentarse en
octavos de final, deberían ir a la misma hora en la última fecha, que comienza
mañana.
El programa señalado criticó que la selección
brasileña saque partido por jugar siempre a las 16, un horario que coincide con
el mejor clima en el país, sin el calor como el que padeció Argentina en Belo
Horizonte ante Irán, por jugar a las 13, y sin el posible frío de ciertas
ciudades a las 19. Son, en todo caso, las ventajas de la localía.
Pero no es todo. Ayer fue un día a pura queja y con
guerras cruzadas. El argentino director técnico de Chile, una de las
revelaciones del Mundial, si acaso la mayor, Jorge Sampaoli, parece querer ir
abriendo el paraguas para los octavos de final, máxime si Brasil resulta el
rival como tiene toda la pinta, al quejarse del muy mal estado del césped del
Arena Corinthians, donde hoy define el primer puesto del Grupo B ante Holanda.
Desde ya que apuntó más a la FIFA que a sus rivales,
así como Van Gaal se quejó ante la organización madre por las diferencias
horarias, y sonrió con sorna hacia los periodistas de su país cuando colegas
extranjeros elogiaron el nivel de juego de los “naranjas” en el Mundial, como
si quisiera mostrar que hay un preconcepto en su propia casa.
El tema no termina allí, porque la FIFA tuvo que
salir a aclarar el por qué del escandaloso control antidoping a siete jugadores
de Costa Rica, equipo clasificado a octavos en un grupo con los otros tres
equipos de selecciones que ya han ganado mundiales (Italia, Inglaterra y
Uruguay).
De hecho, tras la clasificación a octavos, la FIFA
sorprendió presentándose sorpresivamente a una sesión de control antidoping a
los jugadores Bryan Ruiz, Michael Barrantes, Keylor Navas, Celso Borges,
Christian Bolaños, Marcos Ureña y Diego Calvo, para exámenes de orina y sangre,
cuando el reglamento antidopaje se refiere a dos casos por equipo.
“Gracias a Dios estamos tranquilos, con la
consciencia tranquila y si quieren hacerle a todo el equipo, no pasa nada”,
dijo Navas, mientras que Ruiz, sostuvo que “no tenemos nada que esconder, nos
hemos preparado bien y no hemos consumido nada raro. Es para que la gente no
crea en lo que estamos haciendo”.
Por su parte, la FIFA se vio obligada a aclarar que
este control fue “rutinario” aunque ya hizo realizó este tipo de acciones a 800
jugadores antes del torneo, lo que significa el 91,5 por ciento del total de
los participantes.
Si ya lo había hecho, ¿por qué entonces justo volver
sobre el tema cuando un equipo no tradicional termina imponiéndose?
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