En estos días, con Lionel Messi sucede algo
extraordinario, si tomamos en cuenta lo que fueron estos últimos años de su
vida. Llegar al aeropuerto de Ezeiza, en Argentina, y pedir disculpas por la
mala temporada en el Barcelona, y en cambio esperanzarse con “cambiar el chip”
y poder rendir con su selección nacional, parece todo lo contrario a lo que
ocurrió siempre.
Lo contó hace poco tiempo en un documental, y en el
excelente libro “Messi”, de Guillem Balagué, su madre Celia. La familia sufría
cada vez que Leo era citado a la selección argentina, porque conocía lo que le
costaba imponerse en su país, por tratarse de un chico que nunca había jugado
la liga local ni tenía ninguna hinchada de ningún club donde anclarse.
Se decía que no cantaba el himno nacional porque no
lo sentía, que tenía ya demasiados millones de euros en su cuenta bancaria, que
al vivir en Barcelona sólo le importaba su equipo y se lo responsabilizaba de
los repetidos fracasos de la selección, cuando en verdad él no podía hacer nada
porque los esquemas tácticos no lo favorecían, y terminaba yendo a buscar el
balón hasta la mitad del campo, para tener luego que regatear a cuanto rival le
salía al paso, casi sin acompañantes en el ataque, demasiado solo, y muy
frustrado porque no entendía que las cosas no le salieran.
Así es que Messi volvía siempre de mal ánimo a
Barcelona, donde se recuperaba gracias al excelente juego del Barcelona, con
cracks que lo divertían y lo alimentaban con su juego, como Xavi, Iniesta o
Busquets.
Hoy, la situación es la contraria. Tras la derrota
en casa en la Copa América de 2011, eliminada Argentina por Uruguay en cuartos
de final, Alejandro Sabella se hizo cargo como entrenador y las cosas fueron
cambiando. Supo encontrar el mejor clima para Messi, y en 2012, luego de un
comienzo no demasiado positivo en las Eliminatorias sudamericanas para Brasil
2014, en el calor sofocante de Barranquilla, los albicelestes pudieron dar
vuelta un partido muy complicado ante Colombia 1-2.
Ese día, con la TV mostrando a un Messi casi
exhausto, que lo dio todo para cambiar el partido, se produjo el punto de
inflexión, el notable cambio de situación que vive Messi hoy con los
argentinos.
La gente comenzó a aceptarlo, el aliento llegó desde
las tribunas, y Messi se soltó y comenzó a ser el del Barcelona, sumado al
contagio de un vestuario ahora sí lleno de amigos, porque el peso internacional
de Leo fue decisivo como para que tuviera incidencia en las convocatorias, y
así es como Sabella determinó que pasara a su brazo la cinta de capitán.
Llegaron los hat-tricks ante Suiza y Brasil, el
juego suelto, las risas en los entrenamientos y las concentraciones, y todo
funcionaba de los dos lados, en Argentina, y en Barcelona, que ahora pasaba a
recibirlo en cada regreso, viéndolo feliz, hasta que llegó la temporada 2013/14
que llega ahora a su fin.
Muchos se preguntan qué le pasa a este Messi y en
verdad, no es algo que haya dicho públicamente, pero todo indica que sus
energías están puestas como nunca en este Mundial, porque tiene la edad justa
(va a cumplir 27 durante el certamen), porque ya tiene la experiencia de dos
mundiales anteriores, y porque delineó un año entero con miras a este momento.
La duda llega por lo que fue 2014 con el Barcelona,
porque Messi se cuidó demasiado de no recibir ningún golpe, y al estar parado
dos meses por lo que se dijo que era una lesión importante, pero que le
representó volver a su país un período largo, con su gente, y la sensación es
parecida a la de Ronaldo Nazario para el Mundial 2002: llega fresco, sin
haberse exigido mucho, y puede marcar una gran distancia física con sus
rivales.
La gran pregunta hoy pasa por saber si Messi
efectivamente puede “cambiar el chip” tan pronto, luego de una temporada tan floja
con el Barcelona, que llega al punto tal de que hay aficionados culés que piden
su salida y él mismo llegó a manifestar que si no se siente cómodo (algo que
ahora no queda tan claro), podría marcharse del club.
Sin embargo, Messi es de esas personas con objetivos
bien claros, y la mirada apuntando hacia ellos, con firmeza, aunque eso pase
más por su interior y no lo podamos ver, y como su objetivo es el Mundial, será
difícil que ahora que llega algo lo haga cambiar de opinión o se distraiga un
solo instante.
La otra pregunta pasa por el resto del equipo
argentino. ¿Alcanza con Messi para ganar un Mundial? ¿Puede Messi cumplir un
rol parecido, en el peso del equipo, en el juego, al que Diego Maradona tuvo en
México 1986?
Esto no parece ser tan fácil. Maradona, por sus
características, era mucho más armador de juego. Messi es más un
tres-cuartista, juega algo más adelantado, pero además, esta selección
argentina de Sabella tiene un juego más parecido al Real Madrid. Juega con el
error del rival y mata de contragolpe, con sus “cuatro fantásticos” (Messi,
Higuaín, Di María, Agüero), pero no está tan claro qué puede hacer si pierde el
dominio de la pelota o si el rival se la quita por mucho tiempo.
Uno de los mayores problemas, entonces, es no contar
(por voluntad propia y porque ese puesto está en extinción) con un armador de
juego en el que descanse el equipo, incluso que sea el socio principal de Messi
en el arranque, y lo ayude con la tenencia, como pudo haber sido Javier Pastore
(PSG) o el veterano Juan Román Riquelme (que tuvo una temporada irregular), o
Andés D’alessandro, pero Sabella no convocó a ningún jugador de estas
características, confiando en la presión de los volantes y en resolver todo con
la fórmula goleadora de sus atacantes.
En el mediocampo, una de las incógnitas es si Javier
Mascherano, acostumbrado a jugar de defensa central en el Barcelona, se
reacomodará al retornar a esta posición y otra, si un jugador clave como
Fernando Gago, enlace entre los medios y Messi, se recuperará de su lesión y de
su reciente nivel en Boca Juniors, demasiado bajo.
Y atrás, en la defensa, parece estar el problema más
grave. Un equipo vulnerable, que ofrece más salida por los laterales con
Zabaleta y Rojo, pero no tanta solvencia en la dupla Fernández-Garay, aunque
éste último tuvo un excelente final de temporada con el Benfica, y dos arqueros
como Romero y Andújar que no fueron titulares en sus equipos, aunque Sabella
confíe plenamente en ellos.
¿Puede Messi arreglarse como para suplir estas
carencias con su talento? ¿Puede contagiar a todos hasta conseguir su máximo
objetivo y en tierras adversas como las brasileñas? Porque hay que recordar que
la selección argentina jugará cada partido con el aliento de su público, pero con
la hostilidad de los locales y en tierra de los favoritos.
Si Messi se lo propone, y llega al Mundial con todas
las luces, todo puede pasar. Ningún equipo tiene el ataque argentino, y jamás
en tierras americanas se impuso una selección que no fuera sudamericana.
Messi sabe que lo único que le falta para llegar a
la cima total del fútbol es un título mundial, aunque ya nadie le quitará su
reinado de este tiempo.
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